Al Cid.
Formidable brazo
castellano,
espada al cinto…
¡Oh visión
deslumbrante
empuñadura!
Inmortal el
yelmo, la mano,
y la matinal
barba, espesura.
Si fuera el sino,
golpe certero,
esto, lo
predestinado del Cielo,
que al sol
deslumbre el acero,
sea la sangre el
suyo anhelo,
y de su celestial
lengua, el filo,
la del mudado
caballero.
A tal afrenta, la
tristeza diluya
tan sufrido e
injusto destierro,
justicia y gloria
sean, ¡Aleluya!
honra, heredades,
por victoria,
sea oro, plata y
rubís, el hierro.
Y justa sea, toda
dispensa,
del Cielo, el
firmamento, y
de la tierra, la
recompensa.
Amigo Claudio…Hablan que
por Asturias, por Cangas y Covadonga, allá por el 722, a un Don Pelayo nadie
hiciera sombra.
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